Las cuencas aglabíes
Las cuencas aglabíes de Kairuán fueron un testimonio monumental del ingenio y la grandeza de la antigua arquitectura hidráulica. Ubicados a las afueras de las murallas fortificadas de Kairouan, estos extraordinarios depósitos de agua, construidos en el siglo IX, reflejan la visión de la dinastía aglabí en su apogeo. Su construcción, iniciada alrededor del año 860 d. C. bajo el reinado del emir Abu Ibrahim Ahmed, fue diseñada para sustentar a la creciente población de la ciudad con un sistema de suministro de agua sofisticado y confiable.
Lo que hace que estas cuencas sean tan excepcionales no es sólo su impresionante tamaño, sino también la intrincada ingeniería detrás de ellas. Originalmente, el agua se recogía de la lluvia y de los afluentes mediante un elaborado sistema de pequeñas presas y canales. Posteriormente, un acueducto que se extiende a lo largo de 40 kilómetros desde los manantiales de Cherichira mejoró aún más su suministro. Con una superficie de más de 11.000 metros cuadrados, las cuencas constan de un gran depósito de almacenamiento, una cuenca de sedimentación más pequeña y múltiples cisternas, capaces en conjunto de contener la asombrosa cantidad de 68.800 metros cúbicos de agua.
Llama especialmente la atención el mayor de los dos lavabos, con su forma poligonal y sus robustos contrafuertes diseñados para soportar una inmensa presión de agua. El delicado equilibrio entre funcionalidad y gracia estética es evidente, con un pilar central alguna vez coronado por un quiosco, que ofrece un elemento de refinamiento y belleza en medio del diseño práctico. Durante la era aglabí, estas cuencas eran más que meros embalses; también eran un oasis de ocio para la élite gobernante, un lugar donde lo práctico se encontraba con lo poético.
Hoy en día, las cuencas aglabíes siguen siendo un símbolo del rico patrimonio histórico de Kairuán, una maravilla perdurable que sigue fascinando a los visitantes con su combinación de maestría arquitectónica y belleza eterna. De pie junto a sus tranquilas aguas, uno no puede evitar sentirse transportado a una época pasada donde la innovación se unía al arte en el corazón del antiguo mundo musulmán.